«saco roto»

Es desde siempre que me acompaña ese sueño. Difícil de describir, como si un enorme saco, de repente se rompiera frente a mis pies… Y, tal vez el contenido sea lo de menos. Lo interesante es la reacción de mi cuerpo, que queda petrificado, o como sincronizado con un movimiento total.

Recuerdo el momento en el que aquel saco inmenso de juguetes se rompía poco antes de Navidad. Y como, mi niño, pasó de creer en la magia a cuestionar. ¿Y qué pasaría si esto o aquello? ¿Y si realmente los reyes son mamá y papá? ¿Y si tuviera una alfombra voladora para viajar el mundo entero? ¿Y si pudiera hacerme invisible, transformarme, o hablar con los animales? ¿Y si los espíritus existen de verdad?

Y así, me cuenta mamá cómo me abrí la cabeza con tan solo cuatro años. Saco roto y cabeza rota. Emocionado con Superman y eligiendo volar, parece que mi niño se arrojó al vacío con los brazos en alto y una “S” pintada en la frente. El resultado: puntos de sutura en la cabeza y el enfado de mi niño por no poder volar…

Parece que fui creciendo a golpes, y claro, sin dejar de preguntarme que pasaría si esto o aquello… A veces, curioseando entre dulces algodone y otras entre las cavernas y las sombras de la oscuridad. ¿Y si nos tocara la lotería? ¿Y si un dios castigador presenciara mis deseos más perversos y mis masturbaciones?

Y nada, entre el cabreo y el deseo, voy pasando los días. Coqueteando entre la adrenalina y el miedo. Como sin darme cuenta. Como dormido. Hasta que, de repente…, otro saco, otro sueño, y de nuevo, ese misterioso lugar. Y ahí vuelve a quedar mí cuerpo, como imantado de pies a cabeza por esa fuerza misteriosa de la que no consigo saber más. Expuesto y desnudo frente a ese precipicio que me llama. Como absorto sobre un extraño vacío. Sin siquiera saber si estoy cayendo o estoy flotando detenido en el tiempo. Y me da pena no darme cuenta de que estoy soñando, y así poder tirarme sin tapujos, arrojarme al abismo y disfrutar de volar… Pero no puedo. No puedo porque dudo. Dudo entre recoger lo que sale del saco o, simplemente, dejarlo estar…

¿Y si, de repente un día, quedara como el único superviviente de un naufragio o una catástrofe nuclear? ¿Y si fuera secuestrado por una tribu indígena o por un platillo volante? ¿Y si estallase una guerra mundial, si de repente fuera violentamente golpeado, secuestrado u obligado a matar?

Y así, el sueño se repite y se repite, y yo me angustio mientras me caigo, o mientras quiero saltar, pero no puedo ni moverme ni gritar. Y allí, frente al vacío y la oscuridad, frente a los ojos de Dios y los dragones del leviatán, es donde quedan mis pies y mis manos como anudados, mientras mis preguntas detienen el tiempo para poder deambular.

¿Y si saltara desde lo alto de la montaña, si chocara de frente contra un camión, o llegara de repente el sufrimiento y el miedo en forma de enfermedad? ¿Y si la muerte no existe, si el cielo y el océano son mucho más de lo que me contaron? ¿Y si me acompañan seres celestes que me protegen y guían mi caminar?

… …

¿Y si de repente un día, se presentara el diablo para coquetear con mi necesidad de amar? ¿Y si el genio azul apareciera para arrojar su lámpara sagrada al precipicio e invitarme a saltar?

Y así, ese sueño aparece y desaparece, me susurra y se va. Como retozando entre la luz de la mañana y las sombras de la oscuridad. Una y mil veces. Y claro, mi cuerpo se despierta como un saco roto. Como habiendo descubierto el secreto de los Reyes magos, pero a la vez todavía sin poder dejar de jugar. Como tras ese extraño primer encuentro sexual. Como después de pillar a “papá Estado” engañándome y a “mamá Sanidad” queriéndome envenenar. Frente a esa encrucijada misteriosa de tener que elegir, responsabilizarme de mis pisadas, y aceptar la incertidumbre del qué pasará.

Y que curioso que todo se pasa, cuando de repente me pasa. Cuando, conmigo o sin mí, mi cuerpo ebulle agitado como por el mismo fuego existencial. Cuando mis músculos conectan directamente con la acción y desaparecen las preguntas. Cuando mi pequeño cuerpo es tomado por la fuerza de Superman, y arrojado al vacío sin mirar. Como si el ciclón volviese a su movimiento natural, como si una vez inmerso en el viaje, ya no existiera ni sueño, ni saco roto, ni vacío existencial.

Enviar WhatsApp

Déjanos tus datos y nos pondremos en contacto contigo

¡Pregúntanos por el curso o retiro que quieras!

Gracias por confiar en nosotros. Nos pondremos en contacto contigo

Quiero más información

Pronto nos pondremos en contacto contigo

Gracias por confiar en nosotros. Nos pondremos en contacto contigo

Suscríbete gratuitamente a nuestra newsletter

Cada semana recibirás un correo con artículos, reflexiones, ejercicios y meditaciones guiadas que te acompañarán para tomar perspectiva y enriquecerte de conocimiento.

Gracias, ¡tu suscripción ha sido confirmada!