El Cuerpo como vehículo

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Si mi existencia se caracteriza por algo, tal vez sea por este vehículo de carne y huesos. Un cuerpo, a través del que como y cago, a través del que sueño y duermo, a través del que experimento, vivo y muero. Y es ahí donde se fusionan todas mis partes, donde se vinculan todos los planos o piezas de mi sistema. Por resumir, podemos decir que es en el cuerpo donde se encuentran «lo que pienso», «lo que siento» y «lo que hago» para materializar mi experiencia vital. Y esto sucede, sin más, mientras mi cuerpo se mueve y respira de forma automática. Con o sin consciencia, simplemente pasa, y pasa todo el tiempo, por el hecho de habitar en un cuerpo. Cuerpo como hogar, lleno y vacío a la vez, como escenario en el que poder observar la materialización de dónde estoy, como espacio sagrado para ofrecer testimonio de qué es lo que soy. Cuerpo como el origen y el final de todo lo que existe, de las mentiras y de la Verdad, de las ilusiones y de la Realidad. Cuerpo como vehículo de carne y huesos, que se ilumina en la oscuridad de la noche, y proyecta su sombra cuando le pega la luz solar. 

Y claro, conviviendo con perros, gatos y gallinas, uno se da cuenta de que los cuerpos no son iguales. Que en el nuestro hay algo más allá de lo que ven los ojos. Que hay un observar y un interpretar. Una mirada curiosa que busca intentando explicar. Una capacidad de darse cuenta del milagro y de ser testigo divino de la Vida en su totalidad. Porque claro, la vida y todo el espectáculo suceden en el cuerpo. Es ahí, y es todo el rato. En el cuerpo de los animales, y en el de este mono, que se aventuró a comprar su entrada. Monos y Milagros vinculados, con o sin consciencia, en este juego de “cerrar los ojos para ver que hay más allá”…

Un cuerpo, el mío, que aparece como el maestro incómodo que nunca deseé. Ese que me señala las cosas, pero nunca me lo va a aclarar. Y claro…, yo no me entero. Por más que escucho, miro, huelo, toco y saboreo como puedo, parece que no me entero de que él, simplemente me muestra, lo que me tiene que mostrar.

En el cuerpo se da el sentir, en el cuerpo se da el pensar y en el cuerpo se da el hacer. Tal vez escondiéndose juntos, la vida, la muerte y la oportunidad. Mis animales seguramente no se pregunten cuál es el sentido de una vida en la que “nacemos y morimos para volver al mar”. Seguramente no sepan, ni que están vivos, ni que algún día morirán. Sus cuerpos son todo vida, mientras el mío está muerto en lo que sabe, por la gracia de este viaje y de aquella oportunidad.

Y así, desde mi cuerpo, me da miedo cerrar los ojos y entregárselo todo al azar. Creo que si yo no les doy cobijo y comida, todos mis animales morirán. Creo, que sin creer no existo, que sin mi parte racional, mi mono también morirá. Y sí, tal vez todo eso sea cierto. Pero a mi mono le asusta y al resto de mis animales les da igual. Ellos siguen jugando y peleando, durmiendo y picoteando… Quizás, una mosca viva tan solo un promedio de un ciclo lunar, quizás le de tiempo a mucho más que comer, cagar y volar. Seguro que sería muy interesante poder experimentar la vida en 28 días, a través del cuerpo de una de ellas. Pero no puedo, mí cuerpo es de humano, y sólo llego a imaginarlo en forma de película o de «paja mental».

Recuerdo que “Mosca” fue precisamente una de las primeras películas que atormentó mis noches en forma de pesadilla. En ella, un «error humano» transformaba en mosca a un Ser Humano. Ahora, también de noche, me emociono al recordar y percibir otro «error humano» en el «no poder Ser, por la identificación con el pensar». Ahora los gatos, las perras y las gallinas descansan, y la chimenea y la música relajante caldean el hogar. Aún así, las infinitas moscas que revolotean perturban demasiado mi paz. Ellas no son mi compañía ni mi alimento, me molestan, me dan asco y tras aguantarlas todo el verano, estoy que no puedo más. Solo quiero que llegue el frío, la luna, o lo que sea y se las lleve a todas por delante. Pero aplastarlas no funciona, no sé…, lo mismo es cuestión de cerrar los ojos un momento, y de ver si sus cuerpos con el mío, se tienen algo que contar.

Humano, perro, gato, gallina o mosca, el cuerpo, cuerpo es. Ahí está, haciendo lo que tiene que hacer, experimentando lo que le toca, como nube arrastrada por el viento hacia el mar. Me ponga yo como me ponga, conmigo o sin mí, el perro va a ladrar y las moscas, a dar por culo y a volar. Y a mí, metido en un cuerpo de mono humano, como ser sagrado y celestial, ¿qué es eso que me toca desempeñar, más allá de llorar, reír, ladrar y volar?, ¿cuál es ese, el gran misterio de  la Vida?, ¿en qué consisten este cuerpo y esta oportunidad?

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