«Divide y Vencerás»
¿Cómo siento esta afirmación? ¿Dónde me lleva? ¿Qué es eso que me evoca?
“Divide et impera” no es un concepto nuevo. Dividir para gobernar, es y ha sido habitual en todos los grandes imperios. En política y sociología, se utiliza para definir una estrategia orientada a mantener bajo control un territorio o una población, fragmentando el poder de los distintos grupos allí existentes, de tal manera que no puedan unirse en pos de un objetivo común. Gracias a Julio César, o quizás a pesar de él, relacionamos “divide y vencerás” con Roma, con los grandes imperios, con los conflictos bélicos y con la dominación y el poder. La estrategia política perfecta del opresor sobre el oprimido, del gobernante sobre los gobernados.
Por otro lado, aplicar “divide y vencerás” a la resolución de cualquier problema, permite abordarlo de una manera práctica y eficaz. Y esto, tampoco es nuevo. Dividir lo inmanejable en partes con las que poder trabajar es, tal vez, una estrategia intrínseca a nuestra condición de “sapiens”, a nuestra capacidad para pensar y resolver problemas. Y así, “lo imposible se hace posible”; así, nos relacionamos y tratamos de comprender el mundo que nos rodea; así, “el todo” es transformado en sus infinitas partes ofreciéndonos la oportunidad de vivirlas y habitarlas.
Intuitivamente, parece que en “divide y vencerás” se esconden juntas las puertas a una vida más sencilla y más complicada. Tal vez, la cuestión sea discernir si es a nuestro favor o en nuestra contra, si dividimos y vencemos, o estamos siendo divididos y vencidos… ¿Víctimas o protagonistas? ¿Seres libres o meros esclavos? ¿La mente y la capacidad de resolver problemas, nuestra salvación o nuestra condena? ¿Vivimos tiempos de desarrollo o de involución?
Pues bien, tratando de bucear un poquito sobre la mente, diré que ésta hace lo que hace y es lo que es. Y sí, la mente lo divide todo para poder analizarlo, compararlo, evaluarlo, y ofrecernos las mejores respuestas posibles. Es capaz de registrar nuestras experiencias vitales, procesar información de la que ni siquiera somos conscientes, y proyectar nuestro futuro a nuestro favor. Sin duda alguna, una herramienta de adaptación muy sofisticada, que ha permitido el desarrollo y la evolución de nuestra especie desde sus orígenes hasta hoy.
Es interesante observar cómo la “llegada de la razón” nos coloca al frente de este mundo como una “especie aparte”, diferente y separada del resto de especies del mundo animal. Y así, esa mente que nos ofrece una identidad y nos ayuda a sobrevivir, al mismo tiempo hace que nos creamos separados y diferentes, mejores y más evolucionados. La mente hace lo que hace y es lo que es. Vela por nuestra seguridad y protección. “Divide y vence” en su propósito, el de mantenernos con vida. Analiza de forma concreta cada situación, y etiqueta en “rojo” las que entiende peligrosas. Vive saltando como loca entre el pasado y el futuro, siempre con miedo a la muerte, siempre con dudas y ansiedad. Para protegernos, sueña con un mundo estable y permanente en el que todo pueda estar bajo su control. Para evitar que nos pongamos en peligro saliendo a lo desconocido, utiliza la exageración y el engaño, y nos asusta proyectando un mundo de amenazas e inestabilidad. “Divide y vence” para salvarnos. Nos cuenta su película y nos ofrece el espacio y el personaje desde donde poder jugar.
Y así, a través de la mente, nos es otorgada la oportunidad de “dividir y vencer” a nosotros también. De creernos la película y de inventar las nuestras propias. Y claro, la emoción nos envuelve de tal manera que nos inventamos la “separación” para que nuestro regalo, el de dividir, sea realmente una opción. Y de esta manera, caminamos por la vida sin darnos cuenta que “creer en la separación” es la raíz de todo conflicto. Eclipsados frente a la fuerza de los Reyes Magos, nos lo creemos, nos dividimos y nos vencemos. Primero separándonos del mundo, estableciéndonos como un “yo” frente a todo lo demás. Nos creemos esa división y nos identificamos con el “yo”, apareciendo el mundo del ego y el auto-engaño. Luego, volvemos a separar ese “yo” en «cuerpo y mente», olvidándonos de sentir y priorizando lo mental. A continuación, dividimos la mente entre lo que nos gusta y lo que no, lo que aprobamos y lo que rechazamos, y, por supuesto, elegimos la luz, condenando la sombra a la oscuridad…
Y así, vamos dividiendo y fragmentando la realidad de lo que somos y nos vamos identificando cada vez con algo más y más pequeño. Nos atomizamos en partículas cada vez más insignificante de lo que somos, hasta que salta la liebre y nos damos cuenta de que, quizás somos algo más… Y desde ahí, emprendemos el viaje de vuelta. El que nos lleva a reconocernos como energía, más allá de la materia y de este cuerpo, como parte del Universo, más allá de un “yo” y de un lugar… Hasta que salta la liebre, y desde ahí, emprendemos el viaje de vuelta, el que nos lleva a reconocernos como materia… Una y mil veces, un ida y vuelta, un subir y bajar, de la tierra al cielo y de la montaña al mar, siempre lo mismo, nunca nada igual.
De viaje, inventando manos y pies, desde donde jugar y ser jugados.
De viaje, creando sonidos y palabras, desde done cantar y ser cantados.
De viaje, imaginando mundos y otros seres, desde donde amar y ser amados.
De viaje, con mentes y películas, desde donde creer y ser creados.
“Divide y vencerás” ¿Hay algún lugar más bonito para viajar?