«El rechazo de Camila»

Quién sabe, quizás la llamada ni siquiera exista. Nadie que escucha y nadie que llama. El mero resonar del eco existencial en nuestros pechos. Al igual que los girasoles se sienten llamados por la luz y el calor del sol, al igual que los frutos se caen de los árboles al madurar…

Quien sabe, quizás el rechazo es tan solo el espejismo de lo que creemos escuchar. Insinuantes cantos de sirena y amenazantes gritos de ansiedad. Quizás, simplemente juegos de niños a la orilla del mar. Castillos de arena alrededor de la hoguera. Y proyección de las sombras, haciéndonos bailar. Así como bailan las nueces colgando de los nogales a punto de madurar. O como lo hacen nuestros pechos frente a la vida, y el mar de girasoles al despertar. En perfecto equilibrio, como flotando… Hasta que todo se acelera, y con la caída despertamos, del sueño de inmutabilidad.

Y sí, la gravedad atrae inevitablemente cualquier peso hacia el centro a casi diez metros por segundo. Y claro, por eso se caen las nueces de los nogales. Y sucede tan rápido, que si pasabas por allí, seguramente no te dé tiempo a reaccionar y seas golpeado. Pero está bien, no hay de qué preocuparse, no es algo mortal.

Infinitamente más lento resulta el crecimiento de estos árboles centenarios, que pueden alcanzar hasta treinta metros de altura y arrojar más de cinco mil nueces por temporada. Y que curiosas esas dos fuerzas opuestas entre las que se sostienen árboles y cuerpos con vida. Y así, sin llamar la atención, casi como sin decir nada, serpentean las almas, como jugueteando en esa danza equilibrada. Lenta y sutilmente hacia la luz y hacia la vida.

Veintiún gramos. Se cree que ese es el peso del alma. Lo que es liberado de un cuerpo, cuando éste deja de ser humano. Decenas de kilos de materia abandonados por esa efímera fragancia que es llamada irremediablemente hacia su origen solar. Carne sin vida, cáscara sagrada, que queda flotando a la deriva sobre la superficie del mar.

   Muchas direcciones, pero siempre una misma mirada. La de esos ojos blancos que se posan fijamente sobre Camila y la dicen cosas sin hablar. Y, desde ahí, miles de caminos siguen llevando a Camila hasta Roma. En distintos momentos, con distintas vestiduras. Siempre un “darse cuenta” como telón de fondo, y a la vez, como línea de salida. Cuando Camila conecta con esos ojos, comprende inmediatamente cual es la salida. Pero entonces, todo se nubla y ella se pierde como dando vueltas sobre el laberinto de su herida. Una vez Camila sabe lo que necesita, es como que duda, se asusta y lo niega, se esconde y se despista con mentiras. Como cuando su madre le ofrece su amor, y ella, simplemente “no puede”.

Y, en esa tormenta, es donde respira la misteriosa danza entre la verdadera necesidad, y el deseo profundo del alma de Camila. Entre la inevitable caída de la nuez y la belleza de volver a enraizar. Ese cuerpo, denso y endurecido por el peso del pasado. Atrapado en su forma de cerebro, e incapaz de sentir más allá de su piel. Ese es el cuerpo que “no puede” y chilla aterrorizado, cuando la gravedad le invita a regresar al mar.

Un “no puedo” que llena de “peros podridos” el árbol de Camila. Que la estrangula en sí misma. Que priva a ese nogal del riego del amor y del gozo de la vida. Y así, casi desde que recuerda, sufre Camila intentando evitar la caída de las nueces que tienen que caer. Con mucho susto y mucha ansiedad. Como resistiéndose a una muerte inevitable.

Y así, como si navegaran a través de tiempos acelerados, esa mirada y nuestra amiga Camila, danzan como excitados, en busca de poder. El poder de saber que se puede, y que, tras la caída del fruto, todo estará bien. Que el suelo es generoso, y que las lluvias y el sol empujan siempre como fuerza vital.

Pero en Camila hay miedo, hay lucha y hay dolor. Y ella intenta salir de todo eso. Pero le cuesta, y no puede. Y, claro, le duele. Le duele esa mirada de ojos blancos y luz sincera. Y también, el no poder hacer nada.

Quién sabe, quizás la vida duela. Quizás la llamada y el rechazo no existan.

Quizás, por eso, la nuez y Camila unas veces golpean contra el suelo y otras veces vuelan.

Enviar WhatsApp

Déjanos tus datos y nos pondremos en contacto contigo

¡Pregúntanos por el curso o retiro que quieras!

Gracias por confiar en nosotros. Nos pondremos en contacto contigo

Quiero más información

Pronto nos pondremos en contacto contigo

Gracias por confiar en nosotros. Nos pondremos en contacto contigo

Suscríbete gratuitamente a nuestra newsletter

Cada semana recibirás un correo con artículos, reflexiones, ejercicios y meditaciones guiadas que te acompañarán para tomar perspectiva y enriquecerte de conocimiento.

Gracias, ¡tu suscripción ha sido confirmada!